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¿Qué pasó con el vuelo 93 del 11 de septiembre? 

Aquí te contamos todo lo que se sabe al respcto del vuelo 93, que supuestamente iba a estrellarse conta la Casa Blanca el 11 de septiembre del 2001.
domingo, 11 de septiembre de 2022 · 06:30

El vuelo 93 de United Airlines con destino a San Francisco despegó el 11 de septiembre de 2001 tan sólo 4 minutos antes del primer impacto a las Torres Gemelas y lo que pasó con este continúa siendo un misterio. Se cree que los terroristas planeaban estrellarlo contra la Casa Blanca, pero los pasajeros lo evitaron. Aquí te contamos todo lo que se sabe al respecto.

Cuando el vuelo 93 despegó los pasajeros no conocían aún la noticia de los ataques terroristas al World Trade Center, pues ocurrió apenas unos minutos después, así que el avión continuó su curso planeado. Sin embargo, luego de que la segunda torre fue impactada hubo muchas especulaciones, y las aerolíneas tardaron en comprender que los secuestros que estaban ocurriendo eran para realizar ataques terroristas. Fue entonces cuando se dio la orden de no dejar salir a ningún otro avión.

Ed Ballinger, el controlador aéreo de United Airlines, decidió enviar un mensaje advirtiendo lo ocurrido a los vuelos que están en el aire y que le correspondía monitorear ese día, con el fin de prevenir nuevos secuestros: “cuidado con cualquier intrusión en la cabina: dos aviones chocaron el World Trade Center”.

Debido a lo escueto del mensaje, fue muy poco entendible para quien no estaba viendo las noticias, por lo que el piloto del vuelo 93, que ya estaba en el aire, respondió: “Ed, confirma el último mensaje, por favor”. Sin embargo, en ese momento, alrededor de las 9:28 a.m., los secuestradores portando cuchillos irrumpieron en la cabina. Se cree que obligaron a una azafata a abrir la puerta a los pilotos. Sin embargo, en 2001 la aerolínea mantenía la política de dejar una copia de la llave en un armario, justo al lado de la puerta, por lo que también pudieron entrar de esa forma.

El centro de control de Cleveland recibió una señal de auxilio emitida por la cabina del vuelo 93, lo cual indicó que el avión había sido secuestrado. Con la señal se escucharon fuertes gritos y violentos forcejeos. El capitán Jason Dahl y el primer oficial LeRoy Homer Jr. fueron asesinados cortándoles la garganta. El vuelo 93 fue el único avión que pudo comunicarse con la torre de control en el momento justo del secuestro, pero desde allí no pudieron hacer nada para ayudar.

Ziad Jarrah, el piloto yihadista que había sido preparado para llevar a cabo el ataque, tomó el control del vuelo y anunció a los pasajeros: “señoras y señores: les habla el capitán. Por favor siéntense y permanezcan sentados. Tenemos una bomba a bordo. Así que siéntense”. Por un error atribuido al nerviosismo del terrorista, el anuncio fue oído y registrado por la torre de control.

El anuncio de la bomba fue la táctica que usaron los terroristas en todos los vuelos para someter y atemorizar a los pasajeros, obligándolos a permanecer quietos en el fondo del avión. Uno de los secuestradores tenía adosado a su cuerpo algo que parecían explosivos con un detonador, lo que lo hizo muy convincente.

Sin embargo, parece ser que los secuestradores permitieron que los pasajeros realizaran llamadas telefónicas para despedirse de sus familiares y seres queridos. A través de los testimonios de las personas que pudieron hablar por teléfono durante el secuestro, se supo que Mark Rothenberg, un hombre de 52 años, se levantó y exigió respuestas sobre lo que sucedía a uno de los terroristas, quien le ordenó que sólo hiciera lo que le mandaban, y ante su negativa, lo asesinaron frente al resto de los pasajeros.

En los primeros momentos del secuestro, los terroristas aún mantenían el transpondedor encendido, que es el instrumento que entrega información a la torre sobre la velocidad, altitud y rumbo del avión, por lo que pudieron observar como cambiaba su rumbo hacia Washington D.C.

Los pasajeros logran realizar al menos 37 llamadas desde los teléfonos del avión y celulares particulares. Es así como se enteraron del ataque a las Torres Gemelas y pudieron comprender de inmediato el probable destino de su vuelo.

El vuelo 93 ya se encontraba a sólo 34 minutos del Capitolio en Washington cuando la grabadora de voz de la cabina registró que el piloto estaba accionando diferentes interruptores y logró apagar el transpondedor, por lo que la torre de control perdió los datos más importantes de su trayectoria y solo puedieron seguir a medias su rastro, a través de los radares.

En esos momentos, había alrededor de 4 mil 500 aviones en los cielos de Estados Unidos, y luego de lo ocurrido en el Pentágono, se dio la orden de que todos aterrizaran en el aeropuerto más cercano, algo que nunca se había hecho en la historia de la aeronáutica norteamericana y que ocasionó un extraordinario tráfico en las terminales.

En uno de los llamados telefónicos realizados desde el vuelo 93, un pasajero dijo que estaban preparando un plan para recuperar el avión y que estaban esperando pasar sobre una zona rural, como prevención en caso de desastre. Luego, a las 09:56 a.m., el avión entró a una zona rural de Pensilvania. Una asistente de vuelo avisó por teléfono que estaban hirviendo agua e iban a entrar a la fuerza a la cabina para atacar a los secuestradores y recuperar el control del avión.

Algunos familiares tuvieron acceso a una grabación de los sonidos de la cabina, en la que se pudo escuchar lo que sucedió en los últimos instantes del vuelo 93. Relatan que se escucharon demasiados ruidos, gritos y forcejeos de muchas personas. Se logró escuchar cuando golpearon a alguien con un objeto, seguido de un grito desgarrador, presumiblemente de uno de los secuestradores que custodiaban la puerta. También se pudo oír que utilizaron el carro las aeromozas para dar violentos golpes contra la puerta.

En los radares se pudo observar que el avión comenzó a realizar movimientos erráticos y maniobras muy extremas. Se cree que los secuestradores entraron en desesperación y estaban zarandeando el avión de un lado a otro, con fuertes ascensos y picadas, intentando hacer que los pasajeros perdieran el equilibrio y no pudieran entrar a la cabina.

La grabación reveló que los pasajeros lograron romper la puerta y entrar. En ese momento los secuestradores decidieron estrellar el avión, o quizá perdieron totalmente el control del mismo, acabando en un campo de Shanksville, Pensilvania. Posteriormente se conoció el testimonio de un granjero, quien vio volar el avión en forma invertida, para luego precipitarse hacia el suelo a gran velocidad, perdiendo su rastro detrás de unos árboles, y escuchando luego una gran explosión.

Se estima que el vuelo 93 cayó en picada alrededor de las 10:03 a.m., y a una velocidad de 900 kilómetros por hora, por lo que los restos quedaron sepultados a mucha profundidad bajo tierra y otros esparcidos en un extenso terreno. Se lograron encontrar las dos cajas negras, el registrador de datos de vuelo (FDR), y el grabador de voz en cabina (CVR), este último enterrado a unos 7,5 metros de profundidad.

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