Estudios científicos

Los delfines se gritan para poder comunicarse y esto es gracias a la contaminación acústica humana, según estudio

Comunicarse al interior de un club nocturno podría ser difícil para los humanos debido a la gran cantidad de ruida que existe. Para los delfines podrías ser lo mismo, pero al fondo del océano y con la contaminación acústica humana.
sábado, 18 de febrero de 2023 · 12:07

Es muy difícil mantener una conversación en un bar, en un restaurante o en una ruidosa sala de conciertos. De acuerdo con un grupo de investigadores, los delfines tienen exactamente el mismo problema y se demostró que estos animales se gritan entre sí por todo el ruido que hay en el fondo del mar. 

Los resultos de este nuevo estudio revelaron que el ruidoso entorno dificulta la comunicación y cooperación de tareas para los delfines, lo que los lleva a gritarse entre sí para entenderse. Esto eleva la preocupación sobre el impacto de la contaminación acústica humana sobre la vida marina

"En un bar muy ruidoso, aumentamos el volumen de nuestra voz", explicó Pernille Sørensen, estudiante de posgrado de la Universidad de Bristol y autora de la investigación, publicada en la revista Current Biology. "Los delfines responden de forma similar: intentan compensar, pero hay algunos fallos de comunicación". 

Los delfines son animales sociales e inteligentes que se comunican mediante chasquidos y silbidos y utilizan la ecolocalización para cazar y navegar. Por ello, el ruido generado por actividades humanas como las perforaciones y la navegación tiene un impacto potencialmente perjudicial para la salud de las poblaciones marinas. 

Para comprobar esto, los expertos utilizaron a una pareja de delfines, Delta y Reese. Se les pidió que trabajaran juntos para pulsar un botón subacuático para cada quien situado en dos extremos de una laguna con un segundo de diferencia, una tarea que inclusive a algunos humanos les costaría coordinar. En casa una de las pruebas, los entrenadores soltaban a los delfínes desde un mismo punto de partida, en algunas otras pruebas de retenía a uno de los delfines entre cinco y diez segundos, lo que significaba que tendrían que utilizar su comunicación vocal para poder pulsar el botón. 

Se colocó un altavoz al fondo del cuerpo de agua que emitía niveles crecientes de ruido. Ambos delfines comenzaron a variar su volumen y la duración de sus llamados para coordinar la pulsación del botón. Sin embargo, no pudieron compensar esto totalmente. De acuerdo con los resultados, de los niveles de ruido más bajos a los más altos, la tasa de éxito de los delfines descendió del 85% al 62.5%. 

También se comportaron de una manera distinta, cambiaron su lenguaje corporal para poder reorientarse y así enfrentarse a niveles de ruido cada vez más altos. En algunas ocasiones nadaros a través de la laguna para estar más cerca unos de los otros. Estos ruidos a los que fueron sometidos son muy similares a los que emiten los barcos de navegación o las perforaciones que se realizan en el fondo del mar para la extracción de combustibles fósiles. 

"A pesar de sus intentos de compensación, de su gran motivación y de lo bien que conocen esta tarea cooperativa, el ruido mermó su capacidad de coordinación", afirmó Sørensen.

El sonido en el agua viaja 4.5 veces más rápido que en el aire, lo que significa que a través de este medio, donde se obtiene señales importantes de comunicación entre especies para su alimentación, navegación o evitar depredadores, el ruido es mucho más incipiente. Si vivir justo a lado de una construcción es molesto, ¿cómo lo sería multiplicado por cuatro? 

Los invertevrados y los peces escuchan sonidos de baja frecuencia, mientras que los cetáceos, como los delfines y las ballenas pueden oír frecuencias muy altas de hasta 200 kHz. Las ballenas jorobadas, cantan a una frecuencia baja y puede escucharse hasta a 16 mil kilómetros de distancia. 

Pero todo ha cambiado para estos animales. El entorno submarino pasó de inundarse de sonidos naturales a frecuencias de contaminación acústica provocadas por el ser humana, procendentes del tráfico marítimo, la exploración sísmica, la prospección petrolífera y los parques eólicos marinos. Este aumento de ruido en el fondo del mar ha provocado que muchas especies se desorienten y terminen encayadas o varadas en el mar, además de enfermedades por decompresión y cambios de comportamiento

"Esas mismas razones que hacen que el sonido sea tan ventajoso para los animales también los hacen susceptibles a las perturbaciones provocadas por el ruido en el medio ambiente", dijo Sørensen.

El año pasado, casi 500 ballenas piloto murieron encayadas en Nueva Zelanda, otros 450 calderones aparecieron arrastrados por la corriente en la costa occidenta del Tasmania, mientras que la mayoría tuvieron que ser sacrificados por sus escasas posibilidades de sobrevivir. En estos casos se relacionó la contaminación acústica submarina como uno de los factores. 

Sørensen afirmó que se han implementado algunas alternativas para mitigar el ruido, como el uso de estructuras de asilamiento alrededor de las obras de construcción. Pero otros ruidos, como los motores de los barcos, son más difíciles de evitar, lo que hace de su impacto global una amenza mayor aún persistente. "Quizá haya épocas del año en que sea mejor no estar en una zona determinada", dijo Sørensen. "Así se podría reducir el tráfico en ciertas épocas y aumentarlo en otras".

Con información de The Guardian