Serie Bridgerton

Bridgerton: cómo eran las reglas para cortejar en la época

Descubriendo los intrincados entretelones del cortejo en la época de la regencia británica.
jueves, 23 de mayo de 2024 · 14:30

En una era donde el amor se mezclaba con transacciones económicas, los bailes selectos y la temporada de Londres constituían los escenarios ineludibles para el cortejo y la selección de parejas matrimoniales. Durante la regencia británica, que abarcó de 1811 a 1820, este ritual envuelto en un aura de romanticismo y pragmatismo desempeñaba un papel vital en las intrincadas relaciones sociales y conyugales.

La misma se ve reflejada en la serie de Netflix que recientemente sacó su tercera temporada. Bridgerton muestra parte de la realidad que se vivían en esas fiestas lujosas de hace siglos atrás.

Se dice que desde los primeros indicios de interés hasta el momento de intercambiar los votos matrimoniales en el altar, el cortejo en aquella época era una danza delicada entre lo romántico y lo mercantil, donde los caballeros se lanzaban en la búsqueda de una dama con la mirada puesta en un enlace conyugal ventajoso.

La temporada de Londres emergía como el epicentro de las aspiraciones matrimoniales en la sociedad elitista, ofreciendo un festín de eventos sociales donde las familias poderosas y adineradas buscaban asegurar la unión de sus vástagos con contrapartes igualmente adecuadas. En medio de bailes, recepciones y cenas fastuosas, se gestaban aquellos acuerdos que sellarían destinos y fortunas.

Con estrictas normas de etiqueta en los salones de baile, donde los encuentros se regían por reglas rigurosas y la selectividad imperaba en las elecciones de pareja, el cortejo fluía en un marco ceremonial que determinaba no solo el éxito romántico, sino también la conveniencia económica y social de las uniones que se forjaban.

Los cortejos podían ser decisiones trascendentales

Desde la correspondencia como herramienta para evaluar la compatibilidad hasta la cuidadosa selección de regalos simbólicos que expresaban devoción eterna, cada gesto y palabra durante el cortejo llevaba consigo el peso de una decisión trascendental: la elección de un compañero de vida en una era donde el divorcio era un acontecimiento excepcional y la solidez del vínculo conyugal primordial.

Así, en un tejido de formalidades, negociaciones y gestos de cariño, el cortejo en la época de la regencia británica trazaba un camino hacia el compromiso, donde se sellaban los términos legales del matrimonio en un acto que, más allá de las apariencias, delineaba destinos y garantizaba la continuidad de linajes y fortunas en una sociedad regida por rígidos protocolos y expectativas inamovibles.